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Tere Rocha

Bienvenidos

AMOR COMPASIVO o LA PALABRA AMOR

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AMOR COMPASIVO.
Si hiciésemos una lista de la gente que no nos gusta… 

que no podemos enfrentar.

Recientemente uno de mis alumnos me dijo que a su juicio el “amor compasivo” y la “compasión” eran vocablos fríos. Que sonaban demasiado distantes y académicos, demasiado como un ejercicio intelectual sobre cómo compadecer a las demás personas.

¿Por qué no podemos utilizar una palabra más sencilla y directa como AMOR??

Hay dos buenas razones por las cuales los budistas usan los términos “amor compasivo” y “compasión” en vez de uno más simple como “amor”.

La palabra amor está tan conectada con las respuestas mentales, emocionales y físicas asociadas con el deseo, que se podría correr el peligro de asociar este aspecto de abrir la mente con el engañoso concepto dualista de yo y el otro, y reforzarlo: “Yo te quiero a ti”, “Yo quiero aquello”.

Hay en esto un sentido de dependencia del objeto amado, y un énfasis en el beneficio personal que puede derivarse de amar y ser amado.

Naturalmente, hay ejemplos de amor, como el que se da entre un padre o una madre y su hijo, que trascienden el beneficio personal y dan cabida al deseo de beneficiar a otro.

La mayoría de los padres estarían de acuerdo en que el amor que sienten por sus hijos tiene más de sacrificio que de recompensa personal.

Con todo y eso, los términos “amor compasivo” y “compasión” sirven como “señales de stop” lingüísticas.

Nos hacen detenernos y pensar en nuestra relación con los demás.

Desde la perspectiva budista, 

el amor compasivo es la aspiración 

a que todos los seres sensibles, 

aun aquellos que no nos gustan, 

experimenten la misma sensación de alegría y libertad 

a la cual nosotros aspiramos.

El reconocimiento de que todos tenemos el mismo tipo de necesidades; el deseo de vivir nuestra vida en paz y sin temor al dolor o a que nos pase algo.

Hasta una hormiga o una cucaracha tiene el mismo tipo de necesidades y temores que experimentamos los humanos.

Como seres sensibles, todos nos parecemos; todos somos hermanos.

El amor compasivo implica una especie de desafío a desarrollar esta consciencia de bondad o comunidad en un nivel emocional, incluso físico, en vez de dejar que se quede como un concepto intelectual.

La compasión lleva aún más allá esta capacidad de mirar a otro ser sensible como igual a uno.

Su significado básico es “sentir con” — reconocer que lo que usted siente, yo lo siento; que cualquier cosa que le haga daño a usted, me hace daño a mí; y que lo que le ayuda a usted, me ayuda a mí.

En términos budistas, la compasión es una total identificación con los demás, y una disposición activa a ayudarles de cualquier modo.

Mírelo desde un punto de vista práctico. Si, por ejemplo, usted le dice una mentira a alguien, ¿a quién realmente le ha hecho daño? A usted mismo.

Tiene que cargar con el peso de recordar la mentira que dijo, no dejar rastros de ella, y tal vez tejer toda una telaraña de mentiras adicionales para que la inicial no se descubra. O suponga que usted se roba algo, incluso algo tan pequeño como una pluma estilográfica, de su oficina o de cualquier otro lugar.

Piense sólo en la cantidad de acciones que tendrá que realizar para esconder lo que hizo. Y a pesar de toda la energía que pondrá en ocultarlo, casi inevitablemente lo pillarán. No hay manera de esconder cada detalle. Así, al final, todo lo que realmente ha hecho es perder mucho tiempo y esfuerzo que hubiera podido emplear en hacer algo más constructivo.

La compasión es esencialmente el reconocimiento de que todos, 

cada uno y cada cosa, 

somos un reflejo de todos. 

El Sutra Avatamsaka, un texto antiguo, describe el universo como una red infinita creada por la voluntad del dios hindú Indra: De cada nudo, en esta red infinita, cuelga una piedra preciosa bellamente pulida y de múltiples facetas, que refleja en cada una de ellas todas las facetas de cada piedra preciosa de la red.

Puesto que la misma red, el número de piedras preciosas y las facetas de cada piedra son infinitas, el número de reflejos también es infinito.

Cuando una de las piedras de esta red infinita sufre alguna alteración, cualquiera que sea, todas las demás piedras de la red también cambian.

La historia de esta RED DE INDRA explica de manera poética las conexiones a veces misteriosas que observamos entre acontecimientos aparentemente inconexos.

Algunos de mis estudiantes me han dicho recientemente que muchos científicos modernos llevan mucho tiempo tratando de resolver el problema de las conexiones (o intrincaciones cuánticas, como las llaman los físicos) entre partículas, que no son fácilmente evidentes para la mente humana o para el microscopio.

Aparentemente, algunos experimentos llevados a cabo en las últimas décadas con partículas subatómicas, sugieren que cualquier cosa que en algún momento haya estado conectada, mantiene esa conexión para siempre.

Como sucede con las piedras preciosas de la red de Indra, cualquier cosa que afecte a una de estas partículas minúsculas automáticamente afecta a otra, sin importar cuán separadas estén por el tiempo o el espacio.

Y puesto que una de las teorías actuales de la física moderna sostiene que toda la materia que existe estaba concentrada en un solo punto que colapsó cuando comenzó el «bíg bang» que creó nuestro universo, en teoría es posible que cualquier cosa que afecte a una partícula en nuestro universo también afecte a cada una de las otras, aunque esto aún no ha sido comprobado.

Aunque la profunda interrelación que la historia de la red de Indra sugiere no es, actualmente, más que una analogía con la teoría científica contemporánea, un día puede convertirse en una realidad científica.

Esa posibilidad, a su vez, hace que todo el concepto de cultivar la compasión deje de ser una idea bonita y se transforme en un asunto trascendental.

Mediante el solo hecho de cambiar su perspectiva, 

usted puede no sólo modificar su propia experiencia 

sino cambiar el mundo.

Extracto de: La alegría de la vida

Yongey Mingyur Rinpoche

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